El vértigo
Ajedrecistas expertas,
las mujeres se enfrentan.
Sócrates y Glaucón con polleras
hacen
pasear por el tablero
a sus enamorados, sus ropas de estación,
sus alcancías de nylon.
El día se consume
como una pastilla efervescente.
Silencio. Mueven sus piezas.
Ahora que el clima marca
su nivel,
ya nadie se anima a hablar profundamente.
Atenas gozó de un alto prestigio
por hurgar en las conversaciones.
Y
a menudo buzos expertos,
cayeron en la ilusión
sin escafandra.
Doxa
No debería perturbarte
el ruido que hace tu viejo con
la boca
cuando come. Ni la ordalía de bolsillo
en las horas pico; o tu scrum privado
contra los malos pensamientos.
No deberían perturbarte
los novios que acumulan en las
piezas paternas
sus artefactos domésticos;
ni las mujeres en las peluquerías,
con sus gorras de goma,
cuando palma
la tarde...
Alguien talla, desde que naciste,
un ostracón con tu
nombre.
No debería perturbarte.
La idea del Norte
La ropa al costado, la pieza a oscuras
y la presión de
nuestros muertos
implorando por un significado.
Benditas horas previas a la salida del Yo.
Cuando las palabras son postes
en una larga carretera,
nos ponemos de rodillas
en nuestra iglesia ortodoxa.
Benditas horas previas a la salida del Yo.
La yegua pasta, distraída,
y el pianista chasquea sus
dedos
en el imaculado camarín.
Benditas horas previas a la salida del Yo.
El malogrado
De no haberse tensado en tu fuerza
mis poemas no hubieran
sido así.
Alguien corría muebles mientras te los leía.
Después me enceguecí,
me faltó el aire
y el polvo fue un
tatuaje
para todos los objetos de mi casa.
La maquinaria psicosomática se atascó.
El gallo muerto
es una peluca en el medio del camino.
Y cuando en la Academia se habla de mis versos,
jamás te nombro. Te empujo
hacia
el fondo del canasto
con los Levis sucios y las obsesiones.
Algunos pasos nos sirven
para salir de nuestra pieza;
otros
pocos para salir de nuestra vida.
Y mientras me regodeo
en la costumbre pagana del vermut,
espero tu llamada, tu
advocación.
Hazlo, Señor,
y da origen a un nuevo animal.
El parque, a diferentes horas
Oscurece, y en el centro del parque se prende
el esqueleto
luminoso de la feria.
Días cortos, con un fondo de viento y lluvia
no paran a los visitantes
que estacionan sus autos
sobre
las calles laterales.
Como las amistades en cautiverio
de los tours, la gente pasea, habla y se enoja
porque el lago
está repleto
de sus propios excrementos
y los patos parecen
sachets a la deriva...
Un sacón negro, 50 pesos.
Camisa floreada, psicodélica,
25.
La prole corre con su nieve artificial
mientras los padres añoran
el verano pasado en el corazón del bronceador.
Recién
salidos de la bailanta,
la colonia de jóvenes
se arrastra y se aparea sobre el césped...
"Soy negro -dijiste- soy
de raza inferior
para toda la eternidad".
"vidas insulares", escribí.
Y todo el tiempo
que tardan las mujeres
en vestirse
no fue suficiente para nuestro proyecto:
comer cuando se tiene hambre,
dormir cuando se tiene sueño.
"Recemos
-dijiste-
a millones de kilómetros
un salvaje toca su tambor ritual".
Oda
¿Quién consigue expresar sus emociones
en una simple
conversación?
¿Qué preguntas hacemos
para que nadie nos responda?
Lo cierto es que el taxista
equivocó el camino.
Y es tarde.
Por eso pienso en el mirador,
el banco apoyado contra
la rejas
desde donde vi pasar,
infinidad de veces,
al tren del Oeste.
De noche, la luna se refleja
en la vías y las luces de
señalización
parecen brasas de cigarrillo.
No viene el tren del Oeste.
No vibran las paredes de
la casa
donde vivimos el eterno retorno
de los ciclos del amor.
(Qué estarás haciendo a esta hora,
andina y dulce Rita
de
junco y capulí.
Mientras me asfixia el cansancio
y los tranquilizantes flotan
como flojo cognac
dentro de mí).
El hombre de campo mira pasar el río.
El hombre de ciudad
mira pasar el tren.
Ambos reflexionan sobre el pequeño mecanismo
de los acontecimientos.
Pero yo no...
Yo estoy cansado de este mundo nuevo.
A
veces, en la noche,
el ruido metalúrgico
de los talleres literarios
no me deja dormir.
Para tranquilizarme, me
digo:
"Soy mi padre y mi hermano,
nací de pie, al final de la última era nupcial;
contemporáneo del Gran jugador".
Pero tus preguntas vuelven
una y otra vez:
¿Nuestro
amor llegó a ser tan necesario
como el agujero de una olla?
¿No debimos aislarlo
de la paideia berreta
que crece
en los gimnasios?
Fue como salir de la pieza apagando la luz.
Mientras
en un rincón se acumulaban
los programas y los tickets
de todos los lugares donde fuimos.
Vibra la tierra. Pasa el tren del Oeste.
Y lo que vemos
brillar a lo lejos
es la bisagra de acero
que nos separa de los jóvenes
para siempre.