El Watergate tuvo su reentré gracias a la confesión de Mark Felt, el ex agente del FBI que antes de ayer, a los 91 años,
confesó que era él quien filtró los datos a los periodistas del Washington Post que mandaron a Richard Nixon directo al horno
de Banchero. En algunas columnas esporádicas, los periodistas de diferentes medios opinaron sobre la utilidad del "secreto
de las fuentes". Un ex jefe mío centraba el foco de su columna precisamente en esto. Decía: "Sin fuentes anónimas habrá cada
vez menos gentes dispuestas a informar". La verdad es que me preocupa muy poco la discusión sobre "las fuentes anónimas".
Me parece que es un tema para tratar después de otro que me parece capital: El periodismo argentino está viviendo una crisis
terminal. ¿Qué quiere decir esto? Varias cosas: los medios están concentrados en las manos de pocas personas. Estas pocas
personas suelen utilizarlos básicamente para acumular poder político para intereses espúreos. Alguna vez alguien armó un medio
para crear un lector e interpelar a la sociedad en la que vivía. Pero eso desapareció en la dinámica que nos llevó, creíamos,
al fin de la historia. En realidad la historia está escribiendo el fin de los medios. Cuando se construye un nuevo medio,
se le pregunta al lector -mediante la fatídica Cámara Gesell- lo que éste querría leer. De esta manera, el fin justifica a
los medios. Nadie, en su sano juicio, va a tratar de crear a un lector, lo cual puede ser peligroso, porque se puede fracasar.
Y no hay que olvidar que estamos en los tiempos de Operación Triunfo. ¿Qué se le dice a un pasante que va a entrar en la profesión?
Le explican cómo se debe escribir una "cabeza", le dicen que debe tener chequeada tres fuentes antes de dar una noticia como
válida, entre otras cosas. Lo que no le dicen es que va a ingresar a un lugar donde le van a borrar de forma completa el disco
rígido. Y por cuatrocientos pesos. Me da verguenza ajena ver a los periodistas en los medios considerándose casi como superhéroes
(y hasta formando una Liga de la Justicia). La mayoría de nuestros héroes están muertos. Porque, la verdad, en nuestra sociedad
no hay lugar para ellos vivos. Muchos arquitectos, se dice, al no tener trabajo como tal, tienen que manejar un taxi. Muchos
periodistas, al no tener trabajo como tal, siguen trabajando como periodistas porque no les queda otra. Y esto es una tragedia
para ellos, para todos. He visto a las mejores mentes de mi generación sentados frente a sus máquinas, frustrados, jugando
un single de tenis con el reglamento cada vez más simplificado. Dostoievsky, preso en la Siberia, contaba que nada quebraba
más la voluntad de un hombre que obligarlo a realizar trabajos insensatos. Lo podemos comprobar con sólo echar un vistazo
a una redacción.
|
Mark Felt o "Garganta profunda".
|
|