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Las habladurías del mundo

Sobre la polémica Spinetta/Schanton

Hace muchos años leí en una revista inglesa el karma de una azafata que tuvo que servir durante un vuelo accidentado a John Lennon. El músico estaba pasado de rosca, tiró la comida, vomitó, la insultó, y la pobre chica tuvo que ser asistida por sus compañeros. Como corolario, la azafata decía: “Lo que más me molestó es darme cuenta que a veces tus ídolos pueden ser unos imbéciles profundos”. En ese momento me encantó el adjetivo casi borgeano que usó la muchacha para definir la perfomance aérea de La Morsa.


Todos caemos en la ilusión de la aeromoza. Pensamos que un gran artista también debe ser una gran persona, directamente proporcional al talento que despliega en su trabajo. Pero, se sabe, no es así. “A los escritores”, solía decirme Ricardo Zelarayán, “es mejor leerlos y no conocerlos”. El año pasado fui a uno de los recitales que dio Luis Spinetta en el Coliseo. Y promediando un trabajo contundente –hermoso, sencillo- el músico se detuvo para contestar algunas críticas que, según dijo, le habían hecho en algún diario. Me resultó extraño que Spinetta –uno de los artistas más grosos de esta zona del universo- se detuviera –y nos detuviera- en un rap inútil contra lo que él llamó “la prensa, que siempre dice que hago lo mismo”.

Ahora, en la conferencia que dio como presentación de su nuevo disco, las habladurías del mundo volvieron a atraparlo. La víctima de turno esta vez fue Pablo Schanton, quien había cometido el error de escribir una crítica que a Spinetta lo sacó de su nave de fibra. Después, desde su página de Internet, el músico redobló los ataques y lo acusó a Schanton de engañar al lector: “No hay respeto para los lectores (Clarín es uno de los medios más importantes)”, escribió.

 

De entre muchos, Spinetta comete varios errores graves. Primero, es extraña su obsecuencia con un medio como Clarín. Después, confunde a Schanton con Clarín, como si uno pudiera confundir a Spinetta con su discográfica. Spinetta, al igual que la gente que baila pogo con el Diego en su palco de la Bombonera, está acostumbrado a que su séquito de acólitos le hagan escuchar siempre el disco de Yrigoyen. ¿Qué tipo de reflexión sobre su trabajo desea Spinetta?

 

Tal vez la respuesta esté en los textos que escribió Alejandro Rozitchner acompañando el disco. Una verdadera ensalada de palabras al mejor estilo de aquel Mario Sánchez de la vieja Polémica en el Bar. Si esto es lo que quiere Spinetta, es difícil que Schanton pueda satisfascerlo.

Creo que el periodismo es una Matrix infame que padece una de sus mayores crisis. Ahogado por las presiones de los multimedios y de los intereses más espúreos, es muy difícil mantenerse parado sobre la tabla de surf. Pablo Schanton, entre pocos, es uno de esos periodistas que uno lee con pasión porque siempre trata de ponerle trampas al lenguaje, trata de filtrar luz ahí donde la opacidad es más profunda. Tal vez porque la “forma” periodista no sea suficiente para clasificarlo. De golpe, Spinetta se encuentra con una subjetividad que no está censada dentro de su pequeño club, y se le recalienta el radiador.

 

Tal vez, si Spinetta leyera de verdad a Castaneda, ni siquiera vería la necesidad de hacer conferencias de prensa. Si al final hay tanta gloria ya que nadie tiene un sueño sin laureles ,¿no?


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